La energía es un bien esencia para el progreso y el bienestar social; sin embargo, el modelo basado en el consumo masivo de energías fósiles y nuclear no es sostenible y amenaza la propia supervivencia del planeta a causa de las emisiones de CO2, los residuos contaminantes que genera y los riesgos de catástrofes nucleares.

El 80% de la energía que consumimos en España proviene de combustibles fósiles (petróleo, gas y carbón) y el 79 % de nuestras necesidades energéticas se satisfacen con materias importadas.

Estos dos enormes desequilibrios tienen consecuencias críticas para la competitividad de nuestras empresas y nos aleja de los compromisos del Protocolo de Kioto.

Los costes de las energías convencionales van más allá de los imputables a su generación y transporte, el tratamiento de residuos, los costes sanitarios y sociales de las enfermedades que genera y los costes para restaurar las consecuencias de las catástrofes que pueden causar, nunca se contemplan pero son evidentes. Si las energías tradicionales asumieran todos sus costes, las energías renovables serían muy competitivas. 

Para favorecer el desarrollo de las energías renovables se prima la producción determinadas tecnologías, una inversión de futuro con retornos próximos, necesaria para avanzar hacía un nuevo modelo energético basado en el uso prioritario de energías renovables.

Las energías renovables se obtienen de fuentes naturales y se caracterizan por ser inagotables, limpias y autóctonas, por lo que reducen la dependencia del exterior y no impactan negativamente en nuestro entorno natural.

Las energías renovables son: Biomasa, Eólica, Geotérmica, Hidráulica, Marina, Solar fotovoltáica y Solar termoeléctrica. Estas energías impulsan la competitividad de nuestro tejido industrial y tecnológico y generan empleo y bienestar.

España se ha convertido en uno de los referentes mundiales en tecnologías para la generación de renovables, un sector en el que ostentamos ventajas competitivas que no se deben desaprovechar. Por otra parte, es esencial extender una nueva cultura social del consumo de energía, basada en una utilización eficiente del recurso, que permita satisfacer nuestras necesidades, sin perjudicar al entorno y siendo solidario con las generaciones venideras.